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lunes, 22 de agosto de 2016

De la cal y de la arena.


   Soy afortunado. Desde el momento en que nací lo soy, porque ya con haber nacido con todos mis órganos y sin ningún tipo de enfermedad, condición o anomalía me considero una persona con una oportunidad que ya bastantes de entrada no tienen. Sin embargo, los seres humanos no solemos pensar de esa manera, no sólo acerca de eso en particular si no acerca de prácticamente todo. Las cosas que estamos acostumbrados a tener las damos por sentado, como han estado ahí todo el tiempo no las valoramos en su justa medida y lo asumimos como algo “normal”, cuando en realidad nada de lo que tenemos tiene por qué estar donde está ni estar exactamente como lo queremos o nos sea cómodo.


   ¿No es paradójico que muchas de las personas que son más nobles y tienen una mejor actitud ante la vida son las que están menos favorecidas? Siempre me he preguntado el porqué de esto, la respuesta que más me ha convencido es el simple hecho de que las cosas más simples, para ellos, son más que un trámite, en algunos es un anhelo, un deseo, un milagro, algo que querrán toda la vida y tal vez jamás puedan obtener. ¿No suena familiar esto? Todos tenemos ese tipo de deseos, de anhelos, de cosas que creemos imposibles; sólo que para los más afortunados son cosas sustancialmente diferentes, a interpretación de cada quien dejo cuáles son esas cosas.

   Enuncio todo la anterior porque pensando de esa manera es como he logrado tener una actitud positiva y triunfadora ante la vida. Si bien mencioné que soy un afortunado, eso no quiere decir que no haya tenido nunca problemas. De hecho, nadie puede no tenerlos, porque tener problemas es lo que le da sentido a la vida en general. Cada ser humano en este mundo tiene problemas que evalúa y le da importancia según su condición, su forma de ver el mundo y muchos otros factores que afectan a cada ser de distintas maneras. Creo que ser feliz y tener problemas no son cosas excluyentes y yo soy feliz teniendo la clase de problemas que tengo.

   No es poco el número de personas que he escuchado decir que eso de ser feliz es una mentira, que en la vida también se sufre, se llora y no se puede andar sonriendo todo el tiempo. Claro que en la vida se sufre, se llora y no se puede andar de buen humor todo el tiempo. Eso no tiene que significar que no eres feliz, ya que yo creo que ser feliz es una forma de vida, no un estado de ánimo. Nosotros no podemos elegir qué nos pasa, sólo podemos escoger cómo reaccionar ante ello. Hay miles de personas que han tenido experiencias que le destruirían la vida a cualquiera que han hecho cosas maravillosas después gracias a eso. Está en nosotros ser felices, sólo en nosotros y nada de lo que nos pase debería sugestionar esa afirmación. Yo soy feliz riendo, llorando, sufriendo… por el simple hecho de que hago todo eso porque estoy vivo y puedo experimentar la vida a plenitud gracias a lo afortunado que soy.

   Sin duda alguna creo que la vida es muy injusta, que muchos viven cosas que no tienen que vivir, que los humanos la hemos hecho difícil cuando podría ser mucho más simple… pero, aún así, la vida es bella, como la película. Porque sí, a pesar de que la vida es más de cal que de arena. Todos vivimos por los momentos de arena, así duren menos o sean más escasos que los de cal. Vivimos siempre con la esperanza que de lo malo salga algo bueno, y eso es lo que nos hace seguir adelante. Es lo que me ha hecho a mí seguir adelante cuando ya sentía que no podía más, cuando sufrí tanto que lloraba hasta dormir. Es esa esperanza y esas ganas de superarse a uno mismo y ver las malas situaciones como oportunidades para ser mejor y más fuerte lo que me ha hecho decir hoy: soy feliz. Cumplí mi sueño, todo lo malo que viví y todos los problemas que tuve me hicieron llegar a donde siempre quise. A pesar de que durante casi 18 años de mi vida ésta me dio prácticamente cal, yo luché por mi arena aunque fuese más corta la sensación que todo lo que sufrí.

   Yo me considero un triunfador, porque me gané a mi mismo, a la sociedad que me juzgó, a los que querían verme abajo, le gané a las injusticias de la vida ya que las vi como oportunidades. Puedo verme al espejo y decirme que estoy orgulloso de lo que veo, que ya alcancé lo que tenía que alcanzar. Logré el propósito de mi vida, lo más importante que, para mí, no es nada más simple que ser feliz. Todo lo que consiga, todos los días que vivo, para mí son un regalo. Ahora todas mis ambiciones, aspiraciones y todo lo que la sociedad quiere imponer para decirte que eres “exitoso”, para mí son cosas que quiero lograr, pero que no van a afectar nada la forma en como yo me veo o vivo la vida.

   ¿Por qué escribo esto? Porque creo que el mundo sería mucho mejor si, simplemente, las personas fueran realmente felices, simplemente con eso ya el mundo mejoraría porque el que es feliz, quiere que los demás lo sean y no le importa dar a otros para que puedan tener la oportunidad de hacerlo.

   Algo bonito de la vida es que cada día es una oportunidad nueva para intentar ser lo que queremos ser. Sí, se falla, y mucho, se sufre en el camino… Pero eso sólo tal vez significa que, quizás, estás más cerca. Lo que vale la pena nunca es fácil, y la vida nos pondrá siempre pruebas para ver si realmente estamos dispuestos a luchar, sacrificar y sufrir por lo que realmente queremos. El que está dispuesto a ir a por su felicidad y sus sueños tiene que estar consciente de que tendrá que sacrificarse mucho para llegar allí, al menos casi siempre es así. Eso mismo es lo que hace que esa montaña de arena del final sea muchísimo más dulce que todas las dunas de cal que se pasan en el viaje.

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